Ha pasado un año más y llega otra vez el mes de junio. Abro Facebook y me vuelvo a encontrar con un rio desbordado de banderas multicolor, mensajes de empoderamiento y toda una parafernalia de fiestas, marchas y celebraciones por todos lados: es claro, llegó el día, o bueno a estas alturas más bien el mes, del Orgullo Gay. Y bueno, la verdad es que me da cierta nostalgia pensar en los orgullos de años pasados, en la gente con la que estuve, los exnovios y los amigos. También, porque últimamente ando pensativo y medio solitario, entonces me la paso por ahí, doy vueltas por la Universidad, me compró un pastel, un café o un kumis y me siento en algún lugar a ver el celular y mirar lo que pasa alrededor. A veces escucho conversaciones, otras simplemente miro la gente que pasa, y bueno, no es que sea un chismoso ni mucho menos, porque en últimas no conozco a nadie, pero lo cierto es que me gusta ver lo que la gente hace, saber de qué hablan, como se miran.
Fue justo en uno de esos momentos conmigo mismo, comiéndome un rollo de canela en la cafetería central, que me encontré con un grupito de chicos muy cerca mío, que de la nada comenzaron a hablar sobre el orgullo gay. La verdad es que el tema queridos lectores, como ya se lo pueden imaginar, me gusta un montón, así que presté más atención y me puse a escuchar bien atento lo que decían. Pasaba que, uno de ellos se quejaba y decía que lo del orgullo no tenía nada de sentido, pues era como decir que alguien estuviera orgulloso de ser heterosexual, de ser hombre, mujer o zurdo (como Ned Flanders).
El otro, más vehemente y un poco más sincero, lo apoyaba y además hacía énfasis en que ser gay es una completa mierda, porque todos los manes son unas “perras” que no quieren nada serio. Los otros se limitaban a escucharlos, y así siguieron hablando hasta que alguno preguntó si volverían ser gay o no, a lo cual todos respondieron que sí, que a pesar de todo lo malo, ser gay era algo así como una bendición, no solo por el alto sentido de la estética y el bueno gusto que tenían, sino también por el sexo y la libertad. Luego de eso, uno de ellos comenzó a hablar precisamente de sexo, de los tipos del gimnasio y así la conversación terminó desviándose hacia lo bueno que estaba un man de ingeniería, que creo también he visto un par de veces.
En principio, la conversación no hubiera podido haber sido más cliché si se hubiera planeado, pero en el fondo, me quedaron varias dudas que me llevé el resto del día: si pudiera escoger, ¿volvería a ser gay? La respuesta creo que es un poquito obvia, y es ¡claro que sí! Pero a diferencia de los chicos de la cafetería, no creo que sea por mi superioridad estética, ni mi elevado sentido de la moda, el buen gusto, el sexo desenfrenado o una vida de libertades.
Claro, que todo esto me gusta, sobre todo lo de la libertad, y bueno el sexo desenfrenado también, pero creo más bien que es por mi historia personal. Ser gay me ha enseñado un montón de cosas tan fuertes y valiosas, que no creo poder enumerarlas, o bueno más bien si, precisamente el año pasado, envuelto en un halo de romanticismo y cubierto por la bandera gay del activismo, hice un video casero en el que decía lo mucho que he aprendido siendo gay (ver abajo).
Pero bueno, en últimas ser gay no es solo un “aprendizaje”, no es una moda, ni un estilo de vida, ni una forma de pensamiento impuesto por la ideología de género (¿vieron como si puedo meterme con el asunto de la ideología de género en conversaciones normales?) Ser gay es parte de la naturaleza humana, simplemente ocurre, como ser hombre, mujer, transgénero o zurdo. Entonces, si es algo natural, que ocurre, me pregunté a mi mismo, sentir Orgullo, ¿de qué?
Continuará…
Foto: IG @jose.siete