¿Qué más puede pasar? (Parte I)

Quiero que imaginen la siguiente escena. Luego de haberme lavado el rostro con algo de agua estoy mirándome en el espejo del baño del aeropuerto de San Andrés, una pequeña isla caribeña al norte de Colombia. Todo el día he estado con escalofrío y sintiéndome pésimo, como medio insolado, como medio con resaca, las manos me tiemblan y el corazón me late muy rápido. Me siento mal, terrible, pero no es por los síntomas que tengo sino por lo que acabo de escuchar que me ha dejado perplejo, rayado, molesto. Salgo del baño y camino hacia donde me esperan Mari Carmen y Santi. Solo pienso en lo que él acaba de decir, cuando de repente veo un par de sujetos correr, pasan por mi lado y es extraño. No tengo tiempo de despabilar cuando dos policías aparecen en escena disparando. Pienso: “¿En serio esto está pasando?” y siento que acabo de entrar en una película, porque de hecho están disparando balas de verdad, en un aeropuerto, con gente por todos lados. Termino tirado en el piso junto a Santi, donde por cierto no sé cómo llegué, mientras mi amiga Mari Carmen en una movida tipo “Nikita” nos cubre con una mesa.

IMG_3580La verdad es que todo comenzó un par de días atrás. Yo había ido de vacaciones con mi mejor amiga y de sorpresa había llegado Santi, un chico que me había estado conquistando desde hacía un tiempo con regalos e invitaciones, pero que realmente no me movía. Este tipo de sorpresas no me gustan pero no iba a despreciarlo ni tampoco a dañar el paseo, así que había puesto mi mejor cara y simplemente disfrutaba del sol, la playa y los cócteles. Durante el viaje, Santi se comportó como el mejor de los chicos, y es que mientras alguien anda en plan seductor no deja ver la más mínima señal de egoísmo ni maldad. Todo lo contrario, se esfuerzan por ser amables, corteses, dulces, todos unos caballeros.

Como sea Santi me había estado echando el cuento en forma, tanto así que yo estaba
comenzando a pensar ¿Por qué no? Y bueno a decir verdad la había pasado muy bien, me había divertido, había bebido y en últimas no era mala compañía, incluso tenía buen sentido del humor. Llegó el fin del viaje y Santi nos acompañó a esperar el vuelo, pues su regreso estaba programado para un día después. Nos fuimos con tiempo, embalamos las maltas y mientras debíamos embarcar decidimos tomar una cerveza en una sala de espera del Aeropuerto. A estas alturas Santi ya me había propuesto la idea de salir, de conocernos, de intentarlo.

Entonces pasó, como el giro inesperado en una película francesa, justo como cuando en El Juego de Tronos matan a uno de los personajes principales que precisamente es el que más me gusta. Así mismo la historia dio un giro inesperado y todo se fue para la misma mierda. Pasó que yo muy ingenuo mencioné a mi exnovio, y claro lo mencioné con nombre propio. Entonces, Santi me mira y me dice que lo conoce, como si fuera lo más normal del mundo. Yo en mi actitud desprevenida y con la franqueza desmedida que siempre tengo le pregunto “¿y qué? ¿Salieron? ¿Se acostaron?” a lo que Santi responde con un “si” rotundo, descarnado.

IMG_3669¿Qué pasa entonces? Yo me rayo y no lo disimulo, por el contrario lo digo vehemente. No son celos, ni tristeza, ni nada que se le parezca, porque ni Santi me causa ilusión, ni mi exnovio me causa dolor. Es más bien como rabia al pensar que en este mundillo gay todo el mundo se conoce, todos han salido con todos, todos se han acostado con todos, todo es una completa mierda. Me siento mareado, me siento sofocado y no soporto ver Santi, lo repudio, lo único que quiero hacer es salir corriendo. Entonces en un acto reflejo me levanto de la mesa y me excuso diciendo que voy al baño a refrescarme, y mientras camino pensando me pregunto ¿Qué más puede pasar?

Continuará…

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