¿Dónde quedó ese yo que se sorprendía por cada cosa que le pasaba en la vida? ¿Dónde está ese chico que soñaba con romances de película, que suspiraba cuando veía parejas caminando por la calle y se pasaba imaginando aventuras y viajes? ¿Dónde están esas ilusiones de encontrar ese alguien especial y caminar tomado de la mano en la oscuridad?
Me miro al espejo y mis ojos, que se ponen muy claros cuando lloro tanto, me dicen que ese yo de antaño ya no está. No está porque las decepciones han hecho mella en sus ilusiones. No está porque las lágrimas de dolor han sido más que las de felicidad. No está porque la vida que soñó desapareció de un tajo y ahora solo se dedica a sobrevivir con los pedazos inconclusos de lo que en algún momento fue felicidad.
Es una mirada triste y perdida, y aunque sé que hay momentos de felicidad, sigue faltando algo, ese pedazo que siempre se nota, que siempre noto. Pero no me mal entiendan, ese pedazo que hace falta no es un “alguien” ni mucho menos. Ese pedazo que falta no es más que una parte de mí que solía sentir con pasión cada día, que solía enfrentar la vida con el viento en el rostro, que solía estar decidido a tomarlo todo, a no dejar nada para después, a vivir al límite.
Me quito las lágrimas de mi rostro y pienso que al menos sé que algo hace falta y que como sea debo traerlo de vuelta. Debo buscar el camino de regreso a mi verdadero hogar. Debo volver, volver solo, volver sin nada, volver a mi esencia. Es 13 de enero de 2016 y mi propósito principal para este año es más claro que nunca, es regresar a casa.
Siendo así, deseo que tus ojos siempre estén oscuros y que puedas volver a casa.
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Los anhelos, la melancolía, la tristeza entre otros sentimientos o emociones como los que veo acá también se viven con pasión y ud lo hace sin lugar a dudas; el problema entonces no es que ud ya no sea una persona apasionada, el problema es que emociones están estimulando esa pasión. O por lo menos eso pienso yo…
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