Es siempre la misma historia contada de distinta forma. Hay dos chicos. Uno es joven, dulce, inexperto, guapo, aunque no lo cree porque siempre ha tenido la autoestima por el piso. El otro es más o menos de la misma edad, más rudo, menos inocente y claro también guapo, pero consciente del poder que tiene. Se conocen y hay chispa, desde luego porque todo entra por los ojos, pero también porque no se queda solo en gusto, se enamoran de sus bocas, de lo que sale por ellas que no solo son besos, sino más bien la traducción de lo que hay en sus cabezas.
Salen, bailan, beben, follan, ven películas, comen, van al cine, duermen juntos, hacen de todo. Pasan los días, pero parece que no pasaran en realidad ¿saben?, como cuando te sientes feliz y el tiempo transcurre tan rápido que no te das cuenta. Uno, dos, tres meses en un abrir y cerrar de ojos, tiempo suficiente para conocer brevemente a una persona, y digo brevemente porque los seres humanos somos criaturas infinitas, llenas de recovecos y secretos, que muy difícilmente se pueden escudriñar completamente por otra mente humana.
Como sea se conocen, o creen conocerse, hasta que llega el momento decisivo, esa gran cagada que siempre pasa, ese clímax en las relaciones en el que se ponen a prueba los sentimientos. Puede ser una pelea por una pequeñez, un secreto, una mentira, un descubrimiento incómodo del presente, del pasado o del futuro, un ex (si un ex simple y llanamente, porque estas criaturas por sí mismas son capaces de generar una guerra mundial) o simplemente porque tiene que pasar.
Indistintamente, en el clímax es cuando todo se va a la mierda o cuando salen victoriosos y renovados, con una relación fortalecida por las vicisitudes, queriéndose más, incluso amándose. ¿Y luego? Pues el ciclo se repite. A los seis meses, al año, a los tres años. Los tiempos no son exactos, los ciclos, al igual que el clima de Bogotá, son cambiantes y dependen de muchas variables: de la pasión de los amantes, del carácter de cada uno, del tiempo que pasen juntos, del vínculo que tengan.
Claro, que no todos los ciclos son iguales. Es como si evolucionaras de nivel. Cada vez el clímax se hace más complejo, pareciera que subimos de nivel y que con cada nivel de dificultad aparecen nuevos retos, pero también más cosas por descubrir y compartir. ¿Y luego? Luego no sé, no he superado tantos niveles como para contarles el final de esta historia. Solo puedo decirles que es siempre el mismo relato, contado de diferentes formas, ambientado en lugares diferentes, narrado por distintos personajes, sin ganadores o perdedores, sin buenos ni malos, solo personajes.
FOTO: Allen Ginsberg y Peter Orlovsky. Se conocieron en San Francisco en 1954, y desde entonces estuvieron juntos hasta la muerte de Ginsberg en 1997. Como poetas y activistas, ambos lucharon por los derechos de la comunidad gay y el matrimonio igualitario.
Tal vez la historia se repite porque los personajes siempre tienen las mismas características, realmente nada cambia.
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