Mi versión de las cosas, a manera de editorial

El otro día, un miércoles por la tarde que llegaba a mi casa y llovía como siempre llueve por esta época en Bogotá, me escribió un querido seguidor, alguien que me honra al tomarse el tiempo para leer las retahílas que escribo semana tras semana en este blog. El chico, muy majo y amable, después de contarme que solo decía te amo cuando se sentía en confianza, y que de hecho hacía poco lo había dicho por primera vez, me preguntó por qué el hombre lobo siempre hablaba del amor y las relaciones.

Es decir, ¿Por qué el hombre lobo no hablaba de las políticas LGBT? ¿Por qué no hablaba de la discriminación contra los chicos gay en los colegios? ¿de la ideología de género? ¿Por qué no había chicas o chicos trans en sus historias? Yo me quedé pensando, y luego de bajarme del bus y lavarme como por tercera vez en el día cruzando la calle, le respondí que las crónicas del hombre lobo eran simplemente las historias de un ser humano común y corriente, sin ninguna agenda o plan previsto. Que claro, que sería muy chévere hablar de esos temas, pero que en general las historias no se planeaban, sino más bien ocurrían, pero que aun así me quedaba con la duda y que, con tiempo, me pensaría como el hombre lobo se metería con la famosísima ideología de género.

Y entonces me quedé pensando, es decir, pensando de verdad. Porque es que con las crónicas nunca he pretendido dar consejos sobre cómo atraer al ser amado, ni mucho menos como tener una relación exitosa, de hecho no tengo ni el más remoto indicio de cómo hacerlo. Tampoco es una plataforma política para la defensa de las minorías. Ya quisiera yo, pero estoy convencido que esta loable labor no se logra en el papel o en el blog, se logra más bien en la calle, en la vida real haciendo leyes, promoviendo la defensa de los derechos.

En cambio, creo que lo único que he tratado de hacer conscientemente con las crónicas es intentar normalizar las cosas, ¿saben? Como dar por hecho que el amor entre hombres existe y es una realidad innegable, gústele a quién le guste. Hacer común para todos que, al igual que el resto de la humanidad, nos da tusa, ponemos cachos, nos los ponen, nos tragamos, la cagamos, nos cuadramos, nos casamos, vivimos juntos, odiamos a la suegra (lo que obviamente no es mi caso :). Pero también que nos sentimos solos, nos da miedo el futuro, tenemos dilemas, familia, cuentas que pagar.

Y pues claro, que parte de esa normalización es también quitar el maldito prejuicio de que todos nos la pasamos de rumba, haciendo orgías y en relaciones de pareja abierta. Y bueno, ya entrado en gastos, pues es más que obvio que estas cosas pasan, pero le pasan a TODOS los seres humanos sin importar si son gay o no. Diría yo que el 90% de nosotros somos gente igual de cursi, romanticona y empeliculada al resto de la humanidad; gente que ya quisiera tener el presupuesto (y la energía) para estar de rumba en rumba cada 8 días o que por lo menos quisieran tener una relación, así fuera cerrada y con términos y condiciones, si saben a lo que me refiero. Tal vez por eso soy un poquito crítico (no mucho tampoco) con alguna que otra red social por ahí.

Como sea, las crónicas también son mi versión de las cosas, una versión medio retorcida y chistoreta, pero al fin y al cabo mi propia versión, la de un tipo muy envideado, medio geek y muy penoso (todavía) para hacer videos y subirlos a YouTube. Así que, querido lector, no corto de plano la posibilidad de que algún día llegue a hablar sobre la ideología de género (algo que me atormenta y me genera estrés inusitado), política o por qué no, del mercado de bursátil. Sin embargo, por lo pronto, las crónicas continuarán «ocurriendo», brotando de las historias cotidianas, de las realidades inverosímiles que me pasan, de los dilemas tontos que me dejan como autómata todo el día pensando, de mi versión más o menos contada.

P.D. Gracias por leer :), que en serio que motiva mucho.

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