Llega otro año y la publicidad de los videos de YouTube no deja de recordarme que febrero ya no es el mes más corto del año sin festivos sino algo mucho peor: San Valentín. Da flores no se cansa de repetir una y otra y otra vez que a “ella” le encanta que le manden flores y que puedo hacerlo desde cualquier lugar de Estados Unidos y América Latina, haciendo gala de un marketing anticuado y sexista, pues al parecer a “ellos” no se les “Da flores”.
Groupon y Cuponatic son más intensos, incluso crearon una sección exclusiva para ofertas de San Valentín: noche romántica, spa para dos, fin de semana de ensueño, todo diseñado para parejas contemporáneas sedientas de crear recuerdos sobre fechas especiales cuando el resto del año se la pasan en shows de celos, revisándose el móvil o procurando no ser pillados infraganti con el affaire de turno. *Perdón, perdón, me he salido un poco de mis cabales y he dejado ver mi faceta más resentida. *
¿Qué hace un hombre solo el día de San Valentín?
Pero lo que pasa es que no entiendo cómo San Valentín se ha convertido en una obligación para todos, al punto que he llegado a sentirme mal por ser un hombre solo en esta fecha. No quiero que me entiendan mal, que no me estoy quejando, yo estoy solo hace tiempo, desde que he venido a este mundo he estado solo y si bien es cierto que he salido con un par de chicos no cambiaría mi libertad por mil y una escapadas románticas, cenas o “arreglos de flores”. Soy algo así como un lobo solitario, como el lobo estepario de Herman Hesse.
Lo que pasa es que a este punto de nuestra civilización es imposible no caer en las artimañas publicitarias y querer ser parte de la onda del Saint Valentine que inunda las calles con burbujas de arequipe y corazoncitos de chocolate. Por eso me pregunto, ¿Qué hace un hombre solo el día de San Valentín?
Mi primer pensamiento es obvio: Chill out y Netflix, básicamente porque no hay con quien salir a cenar, a cine y mucho menos de escapada romántica. Luego mi yo interior me persuade y se pone un poco más guarro, ¿Y qué tal si llamo algún un fuck buddy y hago mi propia versión de San Valentín triple X?
Esa sería una excelente idea, de no ser porque ningún fuck buddy en sus cinco sentidos estaría dispuesto a salir en San Valentín por más buenas y sexuales intenciones que se tengan. El San Valentín tiene muchas cargas emocionales e incluso podrían pensar que le estoy haciendo propuestas románticas, o por lo menos yo pensaría eso. ¿Cena con amigos? Desde luego que no, casi todos mis amigos están con novio y ninguno dejaría de estar con sus chicos por hacer un mal tercio conmigo.
Las posibilidades se agotan y estoy comenzando a entrar en pánico. ¿Salir de fiesta con mis amigos solteros? Imposible, comenzando porque son apenas unos cuantos los que están solteros y la mitad andan de ligue, así que es casi seguro que se irán detrás de un chico en la pista de baile antes de media noche. ¿Ir a cine? ¿Solo, como un pervertido? Ni pensarlo, además las pelis de cartelera están fatales. Comienzo a entrar en depresión.
Entonces, me pregunto una vez más desesperado “¿Qué hace un hombre solo en San Valentín?” mientras miro por la ventana del bus la cantidad de gente que camina en la séptima por la mañana rumbo a sus trabajos y pienso que el Transmilenio por la séptima se va a cagar todo. Y ahí, en el momento más banal del día, de lo más profundo de mi yo interior llega la respuesta como una revelación mística: un hombre solo en San Valentín no tiene que hacer nada, nada más de lo que siempre hace con la persona más importante de su vida.
Puede ir a caminar, a cenar, puede leer ese libro que compró la última feria del libro y que todavía esta en la mesa de noche a medio empezar. Puede simplemente comer y ver la tele, darse algo de amor propio si se quiere, hacerse una rutina de belleza y demostrarse lo mucho que se quiere a sí mismo, o puede simplemente sentarse a escribir una crónica para hombres solos en San Valentín.