Querido Cani
Hoy amanecí feliz, motivado en medio de todo. Y es que anoche soñé contigo y Maricarmen, un sueño súper loco en el que estábamos juntos al borde del mar jugando en la playa con un perro blanco. La escena no era realmente tan inverosímil, pues muchas veces hemos estado en la playa, pero de alguna forma se sentía muy real, como en lo viejos tiempos cuando de hecho pasábamos horas y horas haciendo nada en la playa. En el sueño íbamos los tres y una gente que ni idea, pero que al parecer eran nuestros amigos. Tu jugabas un montón con el perro, te metías en el mar y salías corriendo, mientras Maricarmen y yo servíamos duraznos en almíbar en platos metálicos.
Fue lindo verte feliz, creo que por eso me levanté con tantos ánimos. A diferencia de los otros días esta semana han hecho días esplendorosos, aunque no sirva de mucho pues desde aquí no es que lo pueda disfrutar debidamente. Solo en las tardes el sol entra por la ventana y da sobre el tapetito donde meditábamos. Ahí se la pasa Matías, ahora se convirtió en su espacio, así que cuando quiero algo de sol, o bueno a estas alturas cuando necesito, compartimos la alfombra.
Hoy todo el día me la he pasado pensando en el sueño y es que me recordó esa noche en el Cabo hace tres años, cuando pasamos nuestra primera noche en la playa debajo de las estrellas. Habíamos viajado más de 6 horas y llegamos justo al atardecer. Recuerdo que no podíamos esperar a que llegara la noche para ir a ver las estrellas, porque todos nos habían dicho que era el espectáculo más increíble sobre la faz de la tierra. Apenas si pisamos el hostal dejamos las cosas y salimos corriendo a la playa. El mar estaba calmado y la oscuridad era impactante, justamente porque habíamos escogido una semana sin luna para poder disfrutar del espectáculo.
Teníamos muchísima expectativa, pero pasaron como dos o tres horas y no veíamos nada, solo la oscuridad y el mar. Y bueno mientras hablábamos y esperábamos, Maricarmen aprovechó para hacer una improvisada fiesta con su parlante y una botella de Ron Abuelo que había traído de San Andrés, que estaba reservando justo para aquella ocasión. Pero no pasó nada. Nada más que oscuridad perpetua y frio, porque a pesar de estar en medio del caribe, el Cabo es un lugar desértico en el que las noches son frías y el viento golpea con fuerza.
¿Te acuerdas de mi cara? Incluso me tomaste un par de fotos con flash, que por cierto me dejaron más molesto, para registrar mi actitud y es que estaba decepcionado. Me sentía estafado por no ver absolutamente nada más que la oscuridad de la noche en medio de paraje más desolado en el que había estado jamás.
Tu en cambio disfrutabas cada instante. Parecías un niño chiquito jugando con la arena, metiéndote en el mar y pidiendo complacencias musicales a Maricarmen que no podía decir no a nada. Ella también estaba fastidiada, aunque lo disimulaba un montón. Por eso mismo se encargó de traer el ánimo con el Abuelo y la buena música de su lista de reproducción. Y al final lo logró, terminamos prendidísimos en la playa, cubiertos con chaquetas y sacos porque el frío era bestial.
Nunca olvidaré esa noche, no solo por las muchas historias que surgieron años después sobre nuestro fatídico avistamiento de estrellas en el Cabo, sino porque realmente fue increíble. Pero bueno, lo que en verdad pasó fue que ir a ver el cielo nocturno no es tan fácil como salir a un lugar en la mitad de la nada y creer que inmediatamente la naturaleza debe hacer un espectáculo para complacernos. Pues no, al parecer cualquier persona en la tierra, menos nosotros obviamente, sabría que hay que esperar estar en completa oscuridad para poder ver el firmamento. Hay que esperar que el globo de toda la vuelta y esté completamente opuesto al sol para ver a simple vista un cielo lleno de estrellas.
Sin embargo, la música y el ron hicieron su parte y nos ayudaron a mantenernos despiertos desde el atardecer hasta la una de la mañana. Más o menos fue a esa hora que comenzaron a salir una a una las estrellas, las constelaciones, las nebulosas e incluso una maravillosa Vía Láctea que rompía el cielo como una pintura de Pollock.
Todo apareció sin darnos cuenta y no sé si fue el licor, la magia del desierto, la música o esa conexión extraña que se crea entre los viajeros durante una nueva aventura que hace que todo sea inverosímil y fantástico, pero recuerdo cada instante como si se tratara de una película en la que nosotros éramos los protagonistas. Recuerdo plenamente que estabas sentado mirando el mar que se movía suavemente como lo hace las noches sin luna. Maricarmen bailaba con una pashmina plateada que se ondeaba al compás del viento esa canción de Asaf Avidan que tanto nos gusta, creo que es Reconing song, y yo, con mi cabeza recostada sobre tus piernas, veía en el amplio firmamento las estrellas moverse al ritmo del viento. Son esos momentos que no se pueden olvidar, que quedan impresos en la memoria y que cuando la vida se pone dura nos ayudan a continuar.
Luego de eso recuerdo que jugamos a buscar a Orión, mi constelación favorita, y entonces se me ocurrió ponernos nombres de estrellas. Obvio Maricarmen acotó que ella sería Daniela Franco, a lo que tu te apresuraste a contestar que su nombre más bien sería María Victoria Beltrán y que desde luego no era una estrella. Todos reímos y yo me sentí un poco tonto por proponer un juego tan listillo en tremendo momento de desconexión. Sin embargo, luego de eso Maricarmen se apresuró a escoger Alfa Centauri y comenzó a hacer juegos tontos de palabras, haciéndome saber que mi juego no era para nada tonto. Debo reconocer que me emocioné un poco porque sabes que soy muy nerd y el tema me apasiona.
Yo me puse Rigel y la verdad lo hice muy emocionado porque siempre he tenido esa conexión extraña con la constelación de Orión. Tu en cambio no sabías qué nombre escoger, porque no conocías de estrellas, por eso luego de mi insistencia me pediste que te pusiera un nombre. Que claro, decirle eso a cualquier persona es fácil, pero decírmelo a mi fue nefasto, porque no me tomo a la ligera esos juegos de grupo, soy medio TOC y puedo durar mucho tiempo dándole vueltas a pequeñeces.
Sin embargo, esa vez todo fue maravilloso porque tu nombre lo sabía desde antes de conocerte. Tu nombre era Canis Maioris, la estrella más brillante de la constelación del mismo nombre que precede a Orión en su transitar por la bóveda celeste. Muchos la conocen también como sirio, la estrella más brillante vista desde la tierra y que ha guiado a navegantes desde hace miles de años a su lugar de destino. Creo que no te lo había dicho, pero hoy más que nunca nos damos cuenta que no es tarde para esas confesiones que se quedan en juegos tontos viendo las estrellas una noche en la playa. Y bueno, que el nombre fue un éxito porque tantos años después te seguimos llamando Cani, solo que ahora posiblemente tenga una dimensión diferente.
Pensar en las estrellas justo en este momento me hace sentir tan pequeño. Y es que a veces pienso lo que es inevitable, que todo esto que nos ocurre nos lo hemos ganado por una carrera descontrolada hacia el consumismo, la devastación y la perdida de conciencia. No sé en qué momento perdimos el rumbo, en qué momento una lata de Coca-Cola o un café de Starbucks se convirtió en algo más importante que un vaso de agua o una ración de comida. ¿Sabes? Son cosas que pienso usualmente, necesitábamos vivir realmente con lo necesario para darnos cuenta que no necesitábamos un montón de cosas inútiles.
Como sea, ver las estrellas me hace sentirme muy pequeño, hoy más que nunca. En el universo no somos más que un punto azul en la distancia, tal vez ni siquiera tengamos un nombre, pero que importan los nombres al final, este es nuestro hogar y finalmente llegó el momento de darle el valor que tiene, finalmente tendremos que cuidarlo y cuidarnos, porque no es importante para nadie más que para nosotros. Son tantas cosas que comienzo a agobiarme y no quiero.
Por ahora quiero quedarme con esa noche en la playa, con ese sueño y con la esperanza de volver a ponernos nombres de estrellas.
Con el cariño que solo puede brillar en una constelación distante,
Lobo de las estrellas.